Que la mitad de las estrellas infantiles sufren abusos, tienen familias desestructuradas y se ven explotados por sus propios padres era un secreto a voces. Y no tardó en hacerse de dominio público en cuanto esos niños crecieron y tuvieron su propia voz. Pero nunca somos del todo conscientes de cómo pasaron esos años. Por eso Me alegro de que mi madre haya muerto es un importantísimo testimonio sobre la tormentosa infancia y la adolescencia de una estrella televisiva.
18 años de infierno
Jennette comienza a narrar su historia poco antes de que comenzara a dedicarse a la actuación. Es la hija menor, y la relación con su madre es significativamente distinta a la que ésta tiene con sus otros hijos. Desde el principio se pueden ver todas las red flags de la madre. Quiere plasmar sus sueños en los de su hija, y la infantiliza y manipula para que sea una pequeña versión de ella misma sin personalidad ni voluntad propia. Claro, esto es fácil de identificar desde el punto del lector. Pero Jennette, una niña de 8 años mormona que estudiaba en casa, tan solo quería hacer feliz a su madre.
Al principio acepta empezar a ir a castings porque «a su madre le habría encantado ser actriz pero sus padres nunca la hubieran dejado». A Jennette le da pánico actuar y hacer las pruebas, pero su madre no para de insistirla y machacarla para se esfuerce más, para que consiga más. También se le suman las deudas en casa. Por lo que no solo carga con la presión de hacer feliz a su madre sino también de conseguir buenos papeles, donde paguen bien, para prácticamente mantener a su familia. Y por si fuera poco todo este lastre, a los once años la propia madre insta a su hija a comenzar una dieta de restricción calórica. La empuja y la enseña a crearse un trastorno alimenticio que Jennette arrastrará durante años, solo para que su cuerpo no se desarrolle y pueda seguir haciendo papeles infantiles durante más tiempo.
Actriz contra su voluntad
A lo largo de su carrera, Jennette se ve envuelta en una vorágine de la que no es capaz de salir. Ella crece y comienza a convertirse en adulta, pero su madre continúa infantilizándola y manipulándola. A causa de esta relación tóxica con su madre, y de no haber tenido un desarrollo de la personalidad propio y una completa ausencia de educación sexual, sus relaciones personales son terribles y abusivas. Además de que es plenamente consciente de todo lo malo que rodea su ambiente laboral.
«En el momento en que la estrella infantil intenta superar su imagen y liberarse de ella, se convierte en un cebo para los medios de comunicación, muy publicitado como rebelde, problemático y torturado, cuando todo lo que está intentando hacer es crecer. Crecer es una tarea difícil y llena de errores, sobre todo en la adolescencia, errores que ciertamente no quieres cometer ante la opinión pública, y mucho menos ser conocido por ellos durante el resto de tu vida. Pero eso es lo que ocurre cuando eres una estrella infantil. El estrellato infantil es una trampa. Un callejón sin salida. Y yo puedo verlo aunque mamá no pueda.»
Incluso cuando ella misma empieza a ser consciente de sus propios gustos, se ve en la obligación de reprimirlos y fingir. Como cuando descubrió que le gustaba escribir guiones o dirigir un capítulo, antes que actuar. Pero su madre vapuleó cualquier deseo de seguir escribiendo y en Nickelodeon no le permitían salirse de su rol de actriz. Y cuando la frustración laboral se junta con todo su bagaje emocional, encuentra una vía de escape en el alcohol.
La redención
Incluso tras la muerte de su madre, Jennette la mantiene en su cabeza, como una voz de la culpabilidad con la comida, el fracaso en el trabajo, y todos los traumas que la mujer le había dejado de regalo antes de morir. Y no es hasta muchos años después, casi en la actualidad, cuando Jennette puede por fin librarse de esas cadenas. Reconoce que su madre abusó de ella física, mental y emocionalmente. Y cuando se imagina qué pasaría si su madre siguiera viva, se da cuenta de que eso habría supuesto que su infierno nunca terminara, porque su madre no iba a cambiar jamás.
Me ha parecido un libro espectacular. Para todos los millenials que crecimos viendo iCarly, Zoey 101, y demás series infantiles, es un acercamiento a la realidad de todas esas personas que nos entretenían. Además de hablar de todos los rodajes, los celos entre actrices, contratos de silencio, y demás lindezas que rodean el mundo del espectáculo.
Y por último quiero destacar que a lo largo de toda la autobiografía, el discurso, por muy crudo y espantoso que sea, no es en ningún momento victimista. De hecho, la forma en que lo cuenta es casi con humor ácido. Es como si dijera «Sí, he tenido una infancia y una adolescencia de mierda, pero ahora estoy aquí, recuperada, feliz y contando mi historia.»
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