El pasado martes 27 de junio, tuvimos la oportunidad de asistir a una presentación en la Fnac de Barcelona, situado en el corazón de la ciudad, Plaza Cataluña. El evento se centraba en un libro muy particular, bueno, más bien un cuaderno de garabatos de uno de los dibujantes más icónicos y representativos de la parodia y el humor catalán, José Luís Martín Zabata. El libro, Desmemorias de una revista satírica, recoge una serie de anécdotas, sucesos y secretos de la gaceta El Jueves, escrito por su mismo director.
El mini Forum del Fnac de Barcelona
El evento fue simplemente, alucinante. Pudimos vivir la experiencia de escuchar al mismísimo Andreu Buenafuente, como al conductor de la presentación. Habló de manera desenfadada y bromeó con el autor, dejando claro su respeto mutuo y que lo suyo era una amistad longeva.
Buenafuente tiró de su larga experiencia delante de las cámaras para entrevistar a José Luís Martín Zabata. Quien no se dejaba intimidar dada la confianza que tenía tanto de él mismo como de sus propias bromas. En conjunto, recibimos una buena dosis de diversión y entretenimiento.
Y un debate sobre el humor
Pero antes de seguir con la presentación en sí de Desmemorias de una revista satírica, hablemos de la atmosfera inicial antes de que JL Martín Zabata y Buenafuente subieran al escenario. La sala del Forum se podía dividir en dos grupos. Por un lado, los familiares y buenos amigos del autor, quienes hablaban de lo orgullosos que estaban de sus hijos, al mismo tiempo que desacreditaban a los jóvenes que ya no se interesan por el “buen humor”.
Por el otro lado estaban los amantes de El Jueves (ya que el evento era abierto hasta llenar el aforo). Y de algunos periodistas y peatones despistados que fueron enviados sin demasiada noción del tema o que simplemente, se dejaron caer por allí.
Luego estaba yo que, porque engañarnos, tuve que rebobinar e investigar un poquito sobre la historia del director de El Jueves y su revista. Nada más terminar este breve estudio, empecé a contar las horas para calcular el tiempo que faltaba para el evento. Comencé a tener muchas ganas de encontrarme delante de esta persona que, ahora, considero todo un fenómeno del humor y del mundo de la prensa. Sin embargo, cuando llegué a la pequeña sala de la Fnac, después de perderme unas cuantas veces hasta ubicarla, me inundó una sensación de nerviosismo.
Unos nervios que dan risa
Dejando a un lado que confundí a uno de los organizadores por el mismisimo Buenafuente (que luego de aclarar la vista hice un zig-zag para esquivarlo, chocándome con un par de personas), me senté en la primera silla que vi vacía y al lado del pasillo. Luego me fijé que me rodeaban grandes personalidades del mundo del periodismo y de la sátira. Luego siguió hablando de lo bien de salud que se encontraban sus dos perros. Mi nerviosismo seguía creciendo aún más cuando me di cuenta de que era la única iluminada que vino sola y no mantenía ningún tipo de diálogo con nadie que me rodeara.
Por mi suerte, espero, los organizadores se dieron cuenta de que faltaban sillas e improvisaron una fila, dejando una silla al lado vacío que tan estratégicamente había escogido para salir por patas cuando terminara la presentación. Al poco tiempo se sentó un hombre grande, quien por inercia dejó ir un “mejor silencio el móvil que si no la voy a liar buena”. “Sí, sí, voy a hacer lo mismo que tampoco quiero molestar”, contesté rápidamente antes de dejar escapar la oportunidad de romper el hielo. Empezamos una conversación de arte y de que conocía a no sé quién y que le sirvió un café a no sé que Nebreda… Nos quedamos a medias porque ya empezaba Buenafuente a hacer pruebas de sonido.
Dejamos conversar a estos dos grandes amigos y entendidos del humor sobre como las redes sociales habían roto con la cuarta dimensión de las pantallas y como todo era tan cercano a la vez que lejano. ¡A, sí! Y del libro, claro.

La metamorfosis de El Jueves
Con la conversación conocimos la transformación personal de JL Martín y de la revista El Jueves. Resulta que el magacín nació en el mismo tiempo que desaparecían grandes revistas satíricas pre-franquistas (no les quedaba otra), y que El Jueves iba recogiendo sus redactores como si fuera una escoba.
Se le dio mucha importancia a la necesidad de tener un buen ambiente en la redacción. Pues la revista desentonaba por encima de las demás gacetas humorísticas porque contaba con muchos corazones y, en palabras del mismo director, “era una redacción caliente”. También explicó el porqué funcionó tan bien El Jueves, aún y reír y humillar a la monarquía y a los altos cargos, ya que “Es muy divertido tocar los huevos a los de arriba”. De aquí surgió la sección en 2005 con el nombre de “Tocando los Borbones”.
Luego surgió otro debate en torno del humor y lo mal que está actualmente. Afortunadamente, la opinión no era compartida. JL Martín defendía que el humor ha cambiado y, por lo tanto, es una maravilla, ya que existe mucha más diversidad. Además de defender esta postura, aclaró que nos encontramos en un país donde no es necesario que los guionistas se rompan la cabeza para inventar a un personaje parodiado de la monarquía.
En cambio, la visión de Buenafuente iba más encaminada en defender que ya no se puede hacer humor como antes y que el de ahora no le termina de convencer. Aunque luego, pude hablar un momento fugaz con él. En medio de peticiones de selfies y arrebatamiento de su persona para firmar el libro (que no ha escrito), me confesó que lo que necesita son amigos como JL Martín. Porque ven las cosas desde el positivismo y logran tener la razón.
Humor, sátira y parodia a bocajarro
A la fiesta privada del debate sobre el humor, se coló otro personaje que no dejó a nadie indiferente. Se trataba de Óscar Nebreda (ese Nebreda a quien mi nuevo amigo de la silla de al lado le sirvió un café en su día). Y caí que se trataba del mismo dibujante de un personaje animado muy importante del Barça. Era el creador de Jordi Culé, a quien quizá recordaréis de cuando el Barça marcó algún gol en los 90. Nebreda también era dibujante de El Jueves y un excelente cómico y persona. Dejó ir una bofetada tras otra de verdades bien dichas, sobre todo del mundo del futbol. Como que el Barça ahora debe desaparecer. Se quedó bien a gusto. También tuve la oportunidad de hablar con él sobre el humor, y me dejó ir que la clave era reírse de lo que se hace hoy en día por las redes “aquí hay material”, dijo señalándome el móvil.
Finalmente, intenté por segunda vez, intercambiar alguna palabra con el autor. Pero la marea de las personas que lo rodeaban seguía pidiéndole firmas y “fotos pa’ l’Insta”. Sorprendía esa cantidad de gente porque el espacio de la Fnac no daba para más. Sin lograrlo, dejé ir a JL Martín en un acto de compasión porque se vio obligado a salir por la puerta trasera.
Me despedí finalmente de mi nueva amistad de silla, que lo pillé conversando con su antiguo cliente y actual ídolo, Óscar Nebreda. Y me fui con una magnífica experiencia que se hizo corta y que nos sacó a todos los presentes una sincera sonrisa.


Ahora bien, ¿de qué va el libro?
Se trata de un relato amable y sorprendente de la historia de la mítica revista satírica, El Jueves.
¿El Jueves formó parte de una conspiración judeo-masónico-republicana para derrocar a la monarquía española? ¿Es cierto que sus dibujantes trabajaban bajo la influencia de alcohol y sustancias estimulantes? ¿Un colaborador desapareció al explorar los límites del humor y tuvieron que indemnizar a su viuda? Desmemorias de una revista satírica no responde a ninguna de estas preguntas, pero revela el inexplicable éxito de un grupo de personas aparentemente comunes que lograron editar una revista de humor ampliamente leída, semana tras semana, durante décadas, alcanzando una cifra de entre 500,000 y 750,000 lectores. Lo hicieron sin el respaldo del establecimiento cultural e incluso en contra de él, sin recibir reconocimientos ni subsidios. ¿Cómo lo lograron? Eso es lo que descubrirás en este libro, amigo. Tendrás que comprarlo para saber más.
En el epílogo de Desmemorias de una revista satírica, comparte sus recuerdos de infancia y cómo siempre quiso ser dibujante. Menciona que los momentos más felices eran los domingos por la tarde, cuando veía los programas de Walt Disney en la televisión y se inspiraba para crear sus propios dibujos. A lo largo de los años, Martín cumplió su sueño de convertirse en dibujante y trabajó en El Jueves, una revista que se convirtió en su vida durante casi cuatro décadas.
Lo que El Jueves le enseñó a JL Martín
Martín destaca que El Jueves repartió momentos de ilusión, cansancio, renovación y aburrimiento. Aunque nunca había soñado con ser editor, reconoce que todo lo que logró en su carrera se lo debe a la revista. Además, en El Jueves tuvo la oportunidad de conocer a grandes talentos y hacer amistades duraderas. A pesar de los desafíos que conllevaba ser director, Martín se enorgullece de haber formado parte de la vida de millones de lectores semana tras semana.
El editor se siente agradecido por el apoyo de los lectores y considera que El Jueves brindó momentos de felicidad a las personas, al igual que Walt Disney lo hizo en su infancia. Incluso hoy en día, cuando alguien se identifica como exlector, Martín siente la obligación de agradecerles su fidelidad con un dibujo. También reconoce la influencia de los dibujantes anteriores a él, quienes despertaron su pasión por el dibujo, y aboga por reconocer su talento.

Unos fracasos muy cómicos
En la revista El Jueves de 1978, la publicidad consistía en productos eróticos de baja calidad y artículos de cupón que se solicitaban por correo. Aunque muchos de estos productos eran claramente fraudulentos, la publicidad se mantenía en cada número. Debido a su naturaleza humorística, la revista no podía atraer publicidad convencional como automóviles, ropa o café. Sin embargo, esta limitación contribuyó a que El Jueves adquiriera una reputación de pureza e independencia.
En cuanto a la sección La Chica del Viernes, su éxito no se debió a la intención de crear un icono erótico duradero, sino a la parodia de las revistas eróticas de la época. Las modelos no eran especiales, simplemente se compraban fotografías al peso de un agente que visitaba la redacción. Lo que realmente destacaba eran los textos, una parodia de los escritos que solían acompañar a las chicas en las revistas eróticas.
Los dos elementos principales de El Jueves, los personajes y la actualidad, coexistieron durante décadas sin mezclarse demasiado. Aunque hubo algunas portadas que abordaron temas de actualidad, estas fueron excepciones a la regla. Parecía haber una intención de respetar la vida privada de los personajes y no mezclarla con la ruidosa actualidad.
Los monarcas leen El Jueves
En los años 80, la Casa Real descubrió El Jueves a través de un póster paródico del príncipe Felipe, quien estaba haciendo el servicio militar en ese momento. La Casa Real envió una carta a la redacción solicitando una reproducción del póster para los aposentos privados del príncipe. Enrique Ventura, el autor del dibujo, aceptó encantado la petición.
En mayo de 1996, el PP, con José María Aznar como candidato a la presidencia del Gobierno, ganó las elecciones, lo cual fue una bendición para El Jueves. Aznar era un personaje perfecto para los caricaturistas: pomposo, solemne y engreído. Además, rodeado de una red de corrupción, se convirtió en un blanco ideal para la revista. Durante ocho largos años, El Jueves aprovechó la antipatía que Aznar despertaba en los lectores para disfrutar de una época dorada.

Una presentación de un libro feliz
Aunque Desmemorias de una revista satírica tenga la desvergonzada cantidad de 576 paginas, su lectura vale la pena. Igual que el libro, la presentación fue todo un espectáculo, con la presencia de Andreu Buenafuente como conductor y entrevistador, creando un ambiente desenfadado y divertido junto al autor José Luís Martín Zabata. La sala se llenó de familiares, amigos, amantes de El Jueves y periodistas, generando una atmósfera única. A pesar de los nervios iniciales, la experiencia resultó en una tarde llena de risas, reflexiones y buen humor. Una presentación que dejó a todos los presentes con una sincera sonrisa en el rostro.
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