Siempre he pensado que los fans de Wes Anderson tienen un humor críptico, son intelectuales retorcidos y es posible que padezcan un trastorno obsesivo compulsivo relacionado con el orden. Aun así, seguramente sean más felices que cualquiera en sus mundos ‘andersonianos’. Asteroid City (rodada en Chinchón) es la última película del director texano, que se estrena en España el 16 de junio. Tan excéntrica y visualmente perfecta como las anteriores, pero en este caso llevado hasta niveles cósmicos.
Sinopsis
En 1955, familias, astrónomos, colegiales y hasta fuerzas de seguridad se reúnen para asistir a una convención dedicada a la observación de fenómenos astronómicos, la Junior Stargazer Convention. El evento se celebra en un pueblo ficticio llamado Asteroid City, ubicado en mitad del desierto estadounidense, y se verá interrumpido por unos curiosos fenómenos que pondrán en cuarentena a sus habitantes.
La historia comienza en un plató de televisión, donde un presentador interpretado por Bryan Cranston (Breaking Bad) adopta el rol de narrador. A partir de ahí asistimos a una especie de matrioska ficcional que reflexiona sobre la creación artística. Esta especie de narrador nos cuenta una serie de historias que se suceden: la de un autor que lucha por escribir su obra teatral, unos actores y actrices que tratan de darle un sentido al relato y la propia obra teatral que tiene lugar en el desierto.
ASTEROID CITY El delirio andersoniano
Hay varias cosas inmutables en el cine de Wes Anderson y una de ellas es que él solo hace comedias. A pesar del carácter trágico de sus historias, el cineasta consigue hacer comedia del patetismo y la torpeza de sus personajes. El hecho de que los niños se comporten como adultos mientras los adultos afrontan la vida de manera infantil, genera muchas situaciones divertidas y a veces absurdas. Lo vimos en Academia Rushmore y en Los Tenenbaums, y ahora la misma fórmula se repite en Asteroid City con los cinco niños superdotados que ganan el concurso de la convención.
Otro rasgo del perfeccionismo estético del cineasta es la simetría y los travelling. En esta película en concreto hay un montón de desplazamientos de cámara horizontales y giros de 360º para terminar siempre encuadrando milimétricamente a sus personajes. Anderson tiene también fijación por las paletas de color, en este caso, emplea colores pasteles durante toda la película, permitiéndose jugar también con escenas en blanco y negro. Además, le da especial importancia a la iluminación estas escenas monocromáticas.

Historia de personajes
El delirio andersoniano alcanza su máxima expresión con los personajes. Solo hay que fijarse en el cast que maneja la película: Tom Hanks, Jason Schwartzman, Scarlett Johansson, Margot Robbie, Maya Ray Thurman-Hawke, Tony Revolori, Bryan Cranston, Adrien Brody, Steve Carrel, Edward Norton, Tilda Swinton, Willem Dafoe o Fisher Stevens, entre otros. Con la aparición especial de Jeff Goldblum, que tiene una de las mejores escenas de todo el filme.
Este asunto ha sido tema de debate, pues hay quienes han disfrutado con cada una de estas apariciones y hay otros que le critican al director el haber desaprovechado este cast plagado de estrellas, pues es cierto que algunos de los actores y actrices están en pantalla menos de cinco minutos. Eso sí, sus personajes no pierden la esencia y siguen tan hieráticos e inexpresivos como siempre.
En la película, los actores de la vida real interpretan a unos actores tratando de entender los personajes que van a cobrar vida en la obra teatral, siendo conscientes de sí mismos tanto dentro como fuera de la creación artística. Aquí destacan los personajes de Augie Steenbeck (Jason Schwartzman) y Midge Campbell (Scarlett Johansson). El ejercicio resulta bastante complejo y puede despistar o confundir al espectador si intenta buscarle un significado a toda esta fábula. En resumen, mucho metalenguaje, metanarrativa, autoconsciencia narrativa o como quieras llamarlo.

Desconcertante y divertida
La película ciertamente desconcierta tanto como entusiasma. Aquí solo hay dos posibilidades, la amas o la odias, no cabe otra opción. Es tan retorcida que lo mismo te enfadas con Wes Anderson o quizá prefieres desconectar tu cerebro en la disparatada escena del trance colectivo durante uno de los ensayos de la obra (“Si no sueñas, no podrás despertarte”) y seguir amando al director.
En lo personal, he preferido quedarme con la escena de la primera aparición del alienígena, tan desconcertante, divertida y absurda que aún me río cuando la recuerdo. En efecto, he elegido seguir amando a Wes Anderson. Asteroid City puede ser un viaje cósmico maravilloso si se le da una oportunidad, pero no es una película para todos los públicos.
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